Alfonsina
Storni Martignoni , Sala Capriasca, Suiza, 29 de
mayo de 1892, Mar del Plata, Argentina, 25 de 0ctubre
de 1938 fue una poetisa y escritora argentina del modernismo.
Sus
padres, dueños de una cervecería en San Juan, regresaron
a Suiza en 1891. Y en 1896 volvieron a Argentina junto
con Alfonsina, quien había nacido durante la estadía de la pareja en el país
europeo. En San Juan concurrió al jardín de infantes y desarrolló la primera
parte de su infancia. A principios del siglo XX la familia se mudó
a Rosario.
Carrera docente
En
el año 1909 dejó el hogar materno para terminar sus estudios en Coronda En
esa localidad se dictaba la carrera de maestro rural, en la Escuela Normal
Mixta de Maestros Rurales. En el registro de inscripciones aparece la leyenda
«Alfonsina Storni, 17 años, suiza». Fue aceptada por su entusiasmo, porque no
tenía certificado de estudios primarios y tampoco aprobó el examen de ingreso,
pero la escuela recién abría y necesitaba alumnos, según declaró la señorita
Gervasoni, directora del establecimiento, quien además dijo que Alfonsina
mostraba interés en progresar. Además, la nombraron celadora a cambio de un
sueldo de cuarenta pesos. La pensión donde se alojaba le costaba veinticinco
pesos, lo que la obligaba a mantenerse con los quince pesos restantes. Su
profesora de Idioma Nacional, Emilia Pérez de la Barra, la estimuló a trabajar
porque había detectado en ella condiciones de escritora.
Poeta
en Buenos Aires
Al
terminar el año de 1911, decide trasladarse a Buenos Aires. «En su maleta traía
pobre y escasa ropa, unos libros de Darío y sus versos». Así, con nostalgia,
evoca su hijo Alejandro la llegada. Pobre equipaje para enfrentarse con una
ciudad que estaba abierta al mundo, con las expectativas puestas en esa
inmigración que traería nuevas manos para producir y nuevas formas de
convivencia. El nacimiento de su hijo Alejandro, el 21 de abril de 1912, define
en su vida una actitud de mujer que se enfrenta sola a sus decisiones. Trabaja
como cajera en la tienda «A la ciudad de México», en Florida y Sarmiento.
También en la revista Caras y Caretas.
Su
primer libro, La inquietud del rosal, publicado con grandes dificultades
económicas, apareció en 1916. En un homenaje al novelista Manuel Gálvez, por
primera vez en Buenos Aires, en esta clase de reuniones, aparece Alfonsina
recitando con aplomo sus propios versos. En junio de 1916, aparece en Mundo
Argentino un poema titulado «Versos otoñales». Aunque los versos son apenas
aceptables, sorprende su capacidad de mirarse por dentro, que por entonces no
era común en los poetas de su generación.
Al mirar mis mejillas,
que ayer estaban rojas
He sentido el otoño; sus achaques de viejo
Me han llenado de miedo; me ha contado el espejo
Que nieva en mis cabellos mientras caen las hojas.
He sentido el otoño; sus achaques de viejo
Me han llenado de miedo; me ha contado el espejo
Que nieva en mis cabellos mientras caen las hojas.
Sus amigos los poetas
modernistas
Amado
Nervo, el poeta mejicano paladín del modernismo junto con Rubén Darío, publica
sus poemas también en Mundo Argentino, y esto da una idea de lo que
significaría para ella, una muchacha desconocida, de provincia, el haber
llegado hasta aquellas páginas. En 1919 Nervo llega a la Argentina como
embajador de su país, y frecuenta las mismas reuniones que Alfonsina. Ella le
dedica un ejemplar de La inquietud del rosal, y lo llama en su dedicatoria
«poeta divino». Vinculada entonces a lo mejor de la vanguardia novecentista,
que empezaba a declinar.
Su
voluntad no la abandona, y sigue escribiendo. En mejores condiciones publica El
dulce daño, en 1918. El 18 de abril de 1918 se le ofrece una comida en el
restaurante Génova, de la calle Paraná, donde se reunía mensualmente el grupo
de Nosotros, y en esa oportunidad se celebra la aparición de El dulce daño. Los
oradores son Roberto Giusti y José Ingenieros, su gran amigo y protector, a
veces su médico. Alfonsina se está reponiendo de la gran tensión nerviosa que
la obligó a dejar momentáneamente su trabajo en la escuela, pero su cansancio
no le impide disfrutar de la lectura de su «Nocturno», hecha por Giusti, en
traducción al italiano de Folco Testena
También
en 1918 Alfonsina recibe una medalla de miembro del Comité Argentino Pro Hogar
de los Huérfanos Belgas, junto con Alicia Moreau de Justo y Enrique del Valle
Iberlucea. Años atrás, cuando empezó la guerra, Alfonsina había aparecido como
concurrente a un acto en defensa de Bélgica, con motivo de la invasión alemana.
Comienzan sus visitas a la ciudad de Montevideo, donde hasta su muerte
frecuentará amigos uruguayos. Juana de Ibarbourou lo contó años después de la
muerte de la poetisa argentina: «En 1920 vino Alfonsina por primera vez a
Montevideo. Era joven y parecía alegre; por lo menos su conversación era
chispeante, a veces muy aguda, a veces también sarcástica. Levantó una ola de
admiración y simpatía… Un núcleo de lo más granado de la sociedad y de la gente
intelectual la rodeó siguiéndola por todos lados. Alfonsina, en ese momento,
pudo sentirse un poco reina». La amistad con Quiroga fue la de
dos seres distintos. Cuenta Norah Lange que en una de sus reuniones, adonde
iban todos los escritores de la época, jugaron una tarde a las prendas. El
juego consistió en que Alfonsina y Horacio besaran al mismo tiempo las caras de
un reloj de cadena, sostenido por Horacio. Este, en un rápido ademán, escamoteó
el reloj precisamente en el momento en que Alfonsina aproximaba a él sus
labios, y todo terminó en un beso. Quiroga la nombra frecuentemente en sus
cartas, sobre todo entre los años 1919 y 1922, y su mención la destaca de un
grupo donde había no sólo otras mujeres sino también otras escritoras. Sin
embargo, cuando Quiroga resuelve irse a Misiones en 1925, Alfonsina no lo
acompaña. Quiroga le pide que se vaya con él y ella, indecisa, consulta con su
amigo el pintor Benito Quinquela Martín. Aquél, hombre ordenado y sedentario,
le dice: «¿Con ese loco? ¡No!».
En
1931, el Intendente Municipal José Guerrico nombró a Alfonsina jurado: era la
primera vez que ese nombramiento recaía en una mujer. Alfonsina se alegró de
que comenzaran a ser reconocidas las virtudes de la mujer y afirmó en un diario
refiriéndose a su designación: «La civilización borra cada vez más las
diferencias de sexo, porque levanta a hombre y mujer a seres pensantes y mezcla
en aquel ápice lo que parecieran características propias de cada sexo
y que no eran más que estados de insuficiencia mental. Como afirmación de esta
limpia verdad, la Intendencia de Buenos Aires declara, en su ciudad, noble la
condición femenina».
En
1932, publicó sus Dos farsas pirotécnicas: Cimbelina en 1900 y pico y Polixena
y la cocinerita.
Enfermedad
Un
día, cuando se estaba bañando en el mar, una ola fuerte y alta le pegó en el
pecho a Alfonsina, quien sintió un dolor muy fuerte y perdió el conocimiento.
Sus amigos la llevaron hasta la playa. Cuando recobró el conocimiento descubrió
un bulto en el pecho que hasta el momento no se notaba pero en esa oportunidad
se podía tocar con la mano. Al regresar a la capital le quiso restar
importancia al hecho, pero la verdad se impuso y debió buscar el apoyo de sus
amigos. Ellos trataban de restarle importancia pero le aconsejaron acudir a un
médico. El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada del cáncer de
mama en el Sanatorio Arenales. Se pensaba que era un tumor benigno, pero en
realidad tenía ramificaciones. La mastectomía le dejó grandes cicatrices
físicas y emocionales. Siempre había sufrido de depresión, paranoia y ataques
de nervios, pero ahora los síntomas de enfermedad mental se recrudecieron. Se
volvió recluida y evitaba a sus amistades.
Su final
Cae
una lluvia torrencial sobre Mar del Plata, Alfonsina Storni yace
presa del dolor que le produce el cáncer de mama que le aqueja. Llegada la
madrugada, haciendo honor al significado de su nombre (dispuesta a
todo), toma una determinación. Escribe una nota escueta: “Voy a
dormir”.
Se
arroja al mar desde un peñazco La prestigiosa poeta tenía tan sólo 46
años.
El
cadáver es recuperado horas más tarde. El doctor Belleti la reconoce,
conmocionado al destapar su rostro. La versión oficial determina que, al saber
que se hallaba condenada a una muerte inminente, decidió acabar con su
vida. Alfonsina consideraba que el suicidio era una elección concedida por
el libre albedrío, y así lo había expresado en un poema dedicado a su
amigo y amante, el también poeta suicida Horacio Quiroga.
Alfonsina
se había ‘despedido’ de su único hijo, Alejandro Storni, en sentidas
cartas días antes y, previsora, se había ocupado de su futuro en una carta
dirigida a Manuel Gálvez.
Algunas de sus obras
Dos
farsas pirotécnicas. Buenos Aires: Cabaut. Teatro.
La
inquietud del rosal. Buenos Aires: Librería de La Facultad, 1916.
Poesía.
El dulce daño. Buenos Aires, 1918, Poesía.
Irremediablemente. Buenos
Aires, 1919 Poesía.
Languidez. Buenos
Aires:
Sociedad
Cooperativa Editorial Limitada, 1920. Poesía.
Ocre. Buenos
Aires: Babel, 1925. Poesía.
Poemas
de amor. Buenos Aires: Porter, 1926. Poesía.
Mundo
de siete pozos. Buenos Aires: Tor, 1934. Poesía.
Mascarilla
y trébol. Buenos Aires: Mercatali, Impr., 1938. Poesía.
Entre
un par de maletas a medio abrir y Las maneci. Buenos Aires: Ediciones
Católicas Argentinas, Tall. Graf. De, 1939. Discurso/Conferencia.
Teatro
infantil. Buenos Aires: R.J. Roggero, 1950. Teatro.
Cinco
cartas y una golondrina. Buenos Aires: Inst. Amigos del Libro
Argentino, 1959. Miscelánea.
Obra
poética completa. Poesías completas. Buenos Aires: Sela, 1968. Poesía.
"Un día habré dormido con un sueño tan largo que ni tus besos puedan avivar el letargo. Un día estaré sola, como está la montaña entre el largo desierto y la mar que la baña".